Notas de prensa

EL “PLANCTON” PLÁSTICO INVADE LOS MARES Y LOS MENÚS

  • El problema del plástico en los océanos no es solo una cuestión de contaminación física, sino un riesgo químico que pasa a la cadena alimentaria, desde los animales marinos más pequeños hasta el ser humano, que está en la cúspide de la cadena trófica.
  • Cada año se vierten al océano más de 8 millones de toneladas de plástico, en cuyos componentes puede haber infinidad de sustancias tóxicas, muchas de ellas alteradores hormonales, que suponen un riesgo para la salud animal y humana.
  • Existen estudios científicos de laboratorio y de campo que documentan la presencia de microplásticos en algunas especies comerciales como lubinas, atunes o sardinas, entre otras. Según la FAO, al menos unas 220 especies ingieren plásticos.

Madrid, 28 de septiembre de 2021.- Los plásticos no son solo un problema de contaminación física de nuestros mares y océanos. Son, sobre todo, un problema de contaminación química, y además de dimensiones increíbles. Así se mostró hoy durante la celebración de la jornada online Comiendo plástico, organizada por la iniciativa Hogar sin tóxicos y que ha contado con la participación de 11 expertos de diversos campos: medicina, oceanografía, química, geología, ecologistas y miembros de la sociedad civil. Todos ellos han coincidido en alertar sobre la gravedad de la situación, que no puede resolverse solo con medidas como el reciclaje, “una estrategia que calma conciencias pero que no resuelve el problema”, según el responsable de Hogar sin tóxicos, Carlos de Prada. Las ponencias estarán disponibles desde hoy a las 18.00 horas hasta el 3 de octubre en este enlace: https://bit.ly/ComiendoPlástico-ponencias.

Los océanos están invadidos por plásticos como el polipropileno, polietileno de alta y baja densidad, poliuretano, poliéster, poliamida, policarbonato, PET, PVC, etc, en forma de bolsas, botellas, tapas, envases, fibras textiles, y también como microperlas contenidas en agentes de lavado, en cosméticos y productos de aseo personal, etc. La producción de plásticos lleva décadas creciendo de forma exponencial. En 1964 se produjeron 1,5 millones de toneladas de este material; en 2014 fueron 311 millones de toneladas, y para 2050 la previsión es de 1.800 millones de toneladas. “Si ahora hay un problema gravísimo, para el futuro el riesgo es extremo, porque en 2050 habrá en los océanos más plástico que peces”, alerta De Prada.

Para Salud Deudero, investigadora del IEO-CSIC, líder del grupo IMPACT@SEA del COB-IEO y participante en este congreso, “estamos ante lo que podríamos denominar plasticesfera. Los organismos marinos no se encuentran exentos de esta contaminación por plástico. La ingesta de microplásticos en la mayor parte de organismos marinos es una realidad”. Analizando el plástico que ingieren las especies, predomina el celofán y el polietileno, lo que sugiere que una gran parte del plástico que está contaminando el medio marino procede del embalaje alimentario y de envases como botellas. El Mar Mediterráneo es uno de los más contaminados por plástico. Y pone como ejemplo estudios científicos de laboratorio y de campo que documentan la presencia de microplásticos en especies comerciales como lubinas, atunes o sardinas, entre otras.

Y es que cada año más de 8 millones de toneladas de plástico son vertidas a mares y océanos. Dado que se trata de un material complejo de lenta degradación, y que la aportación de plásticos a las aguas es constante, estamos hablando de una contaminación continuada y de una exposición ininterrumpida de los seres vivos a los contaminantes químicos que contienen los plásticos. En los mares cerrados con poca renovación de sus aguas, el problema es peor.

De pseudoplancton de plástico hasta el tracto digestivo humano

Los plásticos que llegan a mares y océanos se fragmentan en microplásticos y nanoplásticos, generando un pseudoplancton. Los organismos marinos, desde el zooplancton más pequeño hasta animales más grandes como las ballenas, pueden ingerir estas partículas. “Mejillones, cangrejos, peces, tiburones planctívoros, reptiles marinos, aves marinas, ballenas, todos lo ingieren”, explica De Prada. En algunas especies predadoras de algunos mares se ha detectado que más del 80% de los individuos muestran presencia de estas partículas plásticas en su tracto digestivo, y también el 73% de los peces mesopelágicos. Se ha visto que el 83% de las cigalas del Mar de Clyde, en Escocia, tienen microplásticos, y hasta el 68% de las bogas analizadas en Baleares. Según la FAO, unas 220 especies al menos ingieren microplásticos. “Y también se han detectado microplásticos en el tracto digestivo de las personas”, añade este experto.

Los plásticos no son solo, por tanto, un riesgo físico, sino un riesgo químico, porque los plásticos son productos químicos sintéticos. La Agencia de Protección Ambiental de Dinamarca señala que en los plásticos puede haber más de 132 sustancias o grupos de sustancias tóxicas, y según la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA), los plásticos pueden tener más de 400 productos químicos. Algunos de ellos se añaden para aportar propiedades concretas, como los retardantes de llama, los plastificantes para hacerlos flexibles, o también sustancias para endurecerlos, darles color, antioxidantes, estabilizantes, biocidas, etc. Entre las sustancias que pueden estar presentes en los plásticos se cuentan ftalatos, retardantes bromados y clorados, metales pesados, parafinas cloradas, etc. Algunos de estos componentes tienen efectos de alteración hormonal para nuestro organismo.

Como muchas sustancias no están unidas a la estructura química del plástico, se van liberando y pueden transferirse a los organismos que los ingieren. Además, los plásticos se fragmentan en microplásticos y nanoplásticos, partículas pequeñísimas, algunas de hasta la millonésima parte de 1 milímetro. De esta forma, la superficie relativa de ese plástico aumenta exponencialmente, y por tanto también se dispara la superficie desde la que se pueden liberar estas sustancias tóxicas, incrementando así su incorporación en los seres vivos.

Retardantes de llama en los delfines del Mediterráneo

Ethel Eljarrat, científica del IDAEA-CSIC, ha participado en investigaciones en las que se ha estudiado específicamente el comportamiento y la presencia de un grupo de retardantes de llama, los PBDE, prohibidos en Europa en el año 2004 y a nivel internacional en el año 2011, en delfines listados de la costa catalana. Los investigadores encontraron que, más de una década después de su prohibición, el 30% de los ejemplares analizados aún tenían en su organismo un nivel de estas sustancias suficientemente elevado como para incrementarles el riesgo de hipertiroidismo. “Esto nos indica que estas sustancias son peligrosas no solo durante el tiempo que se utilizan, sino que, por ser muy difícilmente degradables, el riesgo permanece muchos años después”, explica. 

A esto se suma el hecho de que los plásticos en los océanos pueden convertirse en vectores de captación de otros contaminantes químicos que haya en las aguas, y que se pueden adherir a estos micro y nanoplásticos. Esta fragmentación aumenta la superficie de captación de otros contaminantes, creando una extensa malla de captación de contaminantes en las aguas de mares y océanos, donde hay infinidad de contaminantes procedentes de vertidos que llegan ahí a través de ríos, alcantarillado y desagües.

La oceanógrafa Alicia Herrera, bióloga y doctora en Oceanografía, miembro del Grupo de Investigación de Ecofisiología de los Organismos Marinos (EOMAR) de la ULPGC, aporta datos en la misma dirección e incluso ahonda más en el problema, al advertir que los plásticos atraen contaminantes persistentes preocupantes que pueden estar en el medio incluso en bajas concentraciones; se adhieren al plástico y pasan al organismo de los peces. “Los colorantes, retardantes de llama, etc. convierten a los microplásticos en bombas químicas”, asegura.

Alteradores hormonales en la cadena alimentaria

Muchos de estos contaminantes químicos tienen efectos de disrupción endocrina, que se pueden generar en nuestro organismo a muy bajas concentraciones, y es un asunto que preocupa a los científicos. “Lo que dice la ciencia, por ejemplo la Endocrine Society, es que no está claro que se pueda establecer un umbral seguro para estas sustancias, por baja que sea la concentración, lo cual es francamente preocupante sobre todo en exposición durante etapas tempranas de la vida, es decir, en fetos en el útero de su madre o en niños pequeños, porque pueden sufrir desarreglos que luego tengan consecuencias a lo largo de toda su vida”, advierte Carlos de Prada.

Según explica, “de alguna manera, las especies silvestres son muchas veces centinelas de lo que nos sucede o nos puede suceder a los seres humanos, porque con frecuencia existen similitudes o patrones bioquímicos afines incluso entre especies que pueden parecer muy distantes taxonómicamente. Entonces, si vemos que algunas sustancias químicas que pueden ser tóxicas se están acumulando en el organismo de mamíferos marinos, por ejemplo, es importante que lo tengamos en cuenta, porque nosotros también somos mamíferos”.

El responsable de Hogar sin tóxicos aporta ejemplos concretos: las ballenas que viven en el Mar de Liguria, entre Francia e Italia, tienen concentraciones notables de ftalatos en su organismo procedentes probablemente de los microplásticos en las aguas, y también se han localizado ftalatos en peces marinos y de río. “Todo eso llega a cadena alimentaria y es un elemento muy preocupante desde el punto de vista sanitario”, señala, “y si a esto añadimos las sustancias químicas contenidas en envases alimentarios y que se transfieren a los alimentos, como cuando calentamos la comida en un túper, es un riesgo que merece ser evaluado”.

Menos reciclar y más reducir

Una parte del evento se destinará a analizar las medidas que se pueden tomar para atajar este problema “de dimensiones planetarias”, como lo califica Carlos de Prada. “No se trata solo de mejorar la recogida de residuos ni el reciclaje, sino de reducir la producción y el consumo de plásticos. No permitir que crezcan y crezcan las montañas de residuos de plásticos y luego «gestionarlas». Se crean grandes negocios de gestión de residuos, pero no se frena su producción. Y buena parte de los plásticos sigue contaminando el medio ambiente, acaba en vertederos, se amontona en instalaciones que con frecuencia acaban ardiendo, se exporta a países pobres, se incinera con emisiones tóxicas, y poco de lo que se dice que se recicla se recicla realmente”, relató De Prada.

Según se puso de manifiesto en la jornada, los plásticos de embalaje suponen un 26% de la producción global de plásticos, y de ellos un 32% acaba en los campos, ríos y mares, un 40% en vertederos, un 14% incinerado y solo un 14% se destina a un “teórico” reciclaje, porque gran parte se pierde en el proceso. En España en 2016 se produjeron 1,5 millones de toneladas de residuos de plástico. El reciclaje es parte de la propia industria del plástico. “Cuanta más cantidad de residuos haya, más negocio para una serie de empresas que cobran en función de la cantidad de residuos que se generan. Algo que no ayuda a que en algunos sectores haya demasiado interés en reducir la cantidad de residuos, porque se perdería un negocio extraordinario”, denuncia De Prada.

Greenpeace ha denunciado los fallos de las políticas de reciclaje en su informe Ecoembes miente. Desmontando los engaños de la gestión de residuos de envases domésticos. Julio Barea, doctor en Geología, máster en gestión de residuos y miembro de Greenpeace, explicó que solo se recupera un 30% de los envases que se ponen a la venta. Y de estos, muchos son rechazados en las plantas de reciclaje: botellas de plástico de colores, yogures, envases de menos de diez centímetros de diámetro… Los tetrabriks, que tienen la fama de ser un envase muy sostenible, solo tienen una planta donde pueden ser reciclados, y allí solo se hacen cargo de la parte de cartón. El plástico y el aluminio acaba en el vertedero. De hecho, a pesar de que se da por hecho que todos los envases que van al cubo amarillo se reciclan, una buena parte acaba en el vertedero, o se exporta, o se quema.

A nivel individual: rechazar, reclamar y recoger

Patricia Reina y Fernando Gómez, fundadores e impulsores de la web Vivir sin plástico y defensores del minimalismo residual, explicaron durante la jornada cómo decidieron empezar a vivir sin plástico. Ellos convierten la clásica norma de las 3 R (reducir, reutilizar y reciclar) en más erres: rechazar, reducir, reutilizar, reciclar, reclamar y recoger. “Rechazar cualquier envase de plástico, porque hay cosas como las bandejas de porexpán de los supermercados que no tienen ningún sentido; reducir los plásticos que quizás sí necesitamos; reutilizar lo que ya tenemos, por ejemplo usando una bolsa de plástico hasta que se rompa y luego sustituirla por una orgánica; reciclar, que es lo último porque solo es un parche, no una solución; reclamar menos bandejas plásticas y menos sobreenvase, porque hay que intentar que los plásticos no lleguen al mercado; y recoger siempre que podamos lo que vemos en el medio natural, como los plásticos en la arena de la playa que, aunque no sirva para acabar con el problema, al menos sirve para visibilizarlo y concienciar”, relataron.

Tal y como expresa el responsable de Hogar sin tóxicos, “somos los propios ciudadanos y consumidores los que tenemos que adoptar medidas y concienciarnos para reducir el uso de plásticos en nuestra vida cotidiana, aunque nos lo ponen muy difícil”. Carlos de Prada subraya repetidamente que es urgente sensibilizar a la sociedad sobre las dimensiones y gravedad del problema, un problema global con un impacto tremendo en el medio ambiente y en la salud humana; intentar presionar para que a nivel político se adopten medidas serias, no solo medidas cosméticas de escasa o nula efectividad; y actuar con nuestros gestos a nivel individual para forzar a las empresas a reducir el uso de plásticos.

Para más información:

Elena Ávila

Tlf. 607 443 925

elena.avila@despacho37.com